sábado, 30 de enero de 2010

Fuerza


Tenía la certeza de que me habían vuelto las fuerzas, no sabía en un principio cómo, ya que las había perdido completamente cuando murió el ser más querido para mí, mi pequeña. Pero ahora vuelvo a notar que las he perdido y sólo hago que recordar para llorar y seguir llorando, aunque me niegue, los recuerdos no dejan de bailar en mi cabeza, como si se estuvieran divirtiendo mientras las lágrimas me caen mejilla abajo empapando, a ratos la almohada, a ratos los tejanos.

Y como suele ocurrir cuando estas cosas pasan, me pregunté en que momento me habían fallado, en que momento perdí el control de mí y lo encontré. Todo empieza con una relación, al principio todo era pasión, los dos sabíamos lo que el otro sentía y eso era motivo más que suficiente para sonreír a la vida sin importarnos nada más en el mundo, así que solo existíamos él y yo. Pero todo lo que empieza acaba y saltando los malos momentos llegamos a la parte en que yo me vuelvo fría y distante, él más preocupado por mí, por no perderme y yo más preocupada en perderle de vista porque ya no sentía ese amor que había sentido meses atrás, a lo que llevaba a más discusiones, siempre sin gritar ya que los ahogábamos dentro de nosotros, pero un día llegó, dos gritos, sólo dos y entonces dentro de mí puse fin a lo que había sido otra bonita historia de amor. Le miraba sin sentimiento, no le daba beso y si lo hacía era después de que me insistiera y sólo lo hacía por obligación ya que no sentía que le tuviera que dar uno, él sufría cada día más y yo sentía cada día menos.

Entonces llegó el día del adiós, lo gracioso es que no tuve que decir nada cosa que a mí ya me iba bien porqué jamás he tenido facilidad de palabra, sentía que tenía dominada la situación, había derramado dos lágrimas, una por cada ojo, pero nada más, seguía con un corazón fuerte y helado, sin que las palabras de él me dañaran como tendrían que haber dañado. Nos separamos y entonces llegó la soledad de mi habitación y ahí, en ese momento, en cuanto crucé esa puerta, perdía todas las fuerzas que me quedaban, quedándome desnuda ante el mundo.

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